miércoles, 24 de octubre de 2018

Sábado por la tarde

Imagínate un sábado por la tarde, de hace unos treinta años. Tú tienes diez. Después de comer, cuando ha terminado el telediario, empiezas la tarde con una película, de hace otros veinte o algo menos. Tenemos marcianos, naves espaciales, piratas, indios, futuros apocalípticos y seres mitológicos. Y así pasas sábado tras sábado. Así, hasta que llega un momento en que a las cadenas de televisión llegan  a la conclusión de que los niños de diez años no son importantes.

Después van pasando los días, te haces mayor y te metes en esa rueda que todo lo arrasa, que promete premios como el coche al que te subirás hasta que cumplas cincuenta, una hipoteca y el espejismo de una carrera profesional con la que podrás ser alguien importante y hacerte fotos de viajes y paisajes a los que darás la espalda sonriendo.


Sin embargo, ese niño de diez años que no es importante para nadie lo es para ti y decidirás enseñarle al mundo que las cosas que te hicieron feliz siempre te acompañarán. Escribirás un libro con marcianos, piratas, robots e indios. Hablarás en la presentación, en una biblioteca, de cómo las aventuras de siempre te han acompañado durante toda la vida. De cómo has sido feliz siendo lector e intentando ser escritor. Y la mayor felicidad estará cuando se te acerquen chicos de diez, doce o trece años, entusiasmados con ese libro debajo del brazo porque si han encontrado a un adulto feliz, hablando de esas cosas, quizá a ellos les suceda lo mismo.

P.d: el libro se llama Historias de una ciudad inundada, y es una novela juvenil ilustrada por Diana Escribano Henarejos y publicada por la editorial Tres Fronteras. La edad recomendada es entre los diez y quince años. Fue presentado en la Biblioteca Regional de Murcia el día 28 de septiembre.

Si queréis leer alguna reseña os recomiendo que pinchéis aquí y aquí.

domingo, 1 de julio de 2018

El País de octubre

Siendo joven, cuando comencé a escribir mis primeros cuentos, imaginaba que tendría un lugar para escribir que estaría en un sótano o en una buhardilla. Allí pasaría las horas construyendo mis historias, definiendo los rasgos de mis personajes y llenando los escenarios de elementos esenciales para cada acto de la trama que estuviera desarrollando. Allí, también, recibiría a otros amigos escritores y conversaría sobre nuestras lecturas y los proyectos que, en ese momento, llevásemos entre manos.  Allí pasaría las noches, con un repiqueteo constante de los dedos en el teclado que se perdería en la madrugada, rodeado de todo tipo de recuerdos y objetos que recordasen a mis historias o que las inspirasen.

Recordé esa fantasía juvenil hace unos días, después de hojear unos libros de Ray Bradbury que había en casa de mis padres. A mi memoria vienen esos días de octubre cuando, encerrado en casa, con las gotas de lluvia del otoño golpeando el cristal de la ventana, una tarde leí Crónicas Marcianas para engancharme al resto de sus libros. Tiene gracia porque, en mi fantasía, ésa que he descrito hace un momento, mi estudio se parecía bastante al suyo, con la salvedad de que yo no usaría una máquina de escribir.



Y tiene gracia porque la vida a veces no es como uno se imagina. En lugar de una máquina de escribir, mis primeros borradores son escritos a mano y en lugar de una habitación, una buhardilla o un sótano, le he robado un rincón a un salón con cocina americana, donde una mesita plegable me sirve de pequeño teatro para mis historias.Y sí, me reúno de vez en cuando con mis amigos escritores, pero en lugar de hacerlo en mi estudio, lo hago en un mesón de los de siempre.



Aunque sí he conseguido algo que hizo Ray Bradbury. Sí tengo objetos que inspiran historias y que recuerdan a otras. Sobre la pared, está la imagen de portada de mi primer libro publicado, como un recuerdo feliz. Y ese recuerdo no va a ser el único. Pero eso ya os lo contaré después del verano, cuando estemos esperando la llegada del país de octubre y os cite de nuevo en las librerías.





jueves, 28 de junio de 2018

Invasiones


Vuelvo muy feliz de la Feria del Libro de Alicante, después de seguir recibiendo alegrías con ese libro de cuentos que tiene un gorila cabreado en la portada. Ha hecho algo de frío, a pesar de que la primavera ha comenzado a asomarse y el cielo ha estado amenazando constantemente con la lluvia. En la caseta de la librería Pynchon & Co, me han dejado un par de horas para firmar libros. Han puesto una mesa, un cartel con mi nombre y estoy rodeado de ejemplares de mi libro. Pero por mucho que me digan que ya soy un escritor por haber publicado un libro, sigo pensando que soy un ingeniero que ha tenido la inmensa suerte de publicar un libro de cuentos. Aún así, como parte de un carnaval, durante las dos horas que dura el evento, me lo creo, pongo pose de autor, hablo de mi libro con la gente que curiosea y consigo vender alguno con una dedicatoria en su interior. Además, he recibido una nueva reseña en un periódico y ha sido bastante buena. Una más que sumar a las que he recibido meses atrás y que releo continuamente, pensando que hablan de otro libro y otra persona.


Con Celia, la dueña de la librería, conversamos sobre literatura y escribir que, aunque lo parezca, no es lo mismo. Dice que está en un taller literario y que le cuesta mucho encontrar un tema sobre el que escribir, lo cual llena de dudas el papel que tiene delante. Le digo que simplemente, se trata de mirar y que esa mirada reinterpreta los hechos que ha vivido, para transformarlos en historias. Le digo que de esta manera he escrito El fin del mundo, así como la gran mayoría de las cosas que escribo. Es como si a tus fantasías les permitieses invadir tu realidad.


Volvemos a casa después de comer y, como es sábado y no es tarde, vamos a hacer la compra. La literatura más inmediata en ese momento es la lista de la compra. El fin de semana pasa volando y el lunes me vuelvo a vestir de ingeniero. La primavera no termina de entrar y la lluvia, el calor y el frío se van turnando durante la semana. En la oficina, leyendo engorrosas guías e instrucciones técnicas que se actualizan sin cesar, recibo un mensaje de mi mujer. Me pregunta si tuve problemas en la carretera y me manda una foto en la que se ve, desde nuestra ventana, cómo la niebla ha cubierto la huerta y el minigolf que inspiró un par de cuentos de mi libro. Pienso, durante unos segundos, en los protagonistas de esos cuentos, concretamente en Elvira, la dueña ficticia de ese minigolf. Le contesto que no he tenido problemas en la carretera y luego vuelvo al trabajo. 


Por la tarde, salgo a hacer unas compras y, al llegar a casa, me encuentro con una señora en el portal.

-Buenas tardes -le digo.
-Hola -responde.
Ambos subimos en el ascensor.
-¿Eres el hijo del tío Pedro, el del quiosco? -me pregunta.
-No -me echo a reír-. Ni siquiera soy de este pueblo.
-Ah, es que te pareces -concluye.
-¿Usted viene a ver a visitar a alguien?
-A mi hijo -me responde-. Yo vivo ahí enfrente, en la casa de la fachada roja.
-¿En la casa del minigolf? -digo ilusionado.
-Sí, ahí -responde algo extrañada.

Por un momento, observo a la mujer y me doy cuenta de que, en mis cuentos, la imaginé así. Me gustaría contarle que, en esas narraciones, protagoniza un relato lleno de fantasmas, desamores y maldiciones. Sin embargo, en esas historias, no tiene hijos y de visitar este edificio, lo haría para charlar con una sobrina. Y claro, al amor de madre es difícil renunciar.

Me despido de la mujer y mi cabeza vuelve a Alicante, a aquella conversación con Celia sobre literatura y escribir que, aunque lo parezca, no es lo mismo. Cada día me interesa menos esta realidad narcisista que hemos fabricado en las pantallas de nuestros teléfonos y que empobrece nuestras almas. Y cada vez, con más frecuencia, me dejo arrastrar por mis invenciones. Cada vez me pasa más a menudo y es algo que se muestra en mi realidad con estas invasiones.

sábado, 26 de mayo de 2018

Presentación en Molina de Segura

Ya sé que no es de máxima actualidad esta entrada, pero, como se suele decir, he estado un poco liado con esa vida que tengo lejos de las letras (y con la que está cerca también), y ahora que está a punto de terminar el curso, va siendo hora de contaros los dos últimos eventos que me ha traído El fin del mundo.

El mes pasado, concretamente el día 11 de abril, presenté el libro dentro de la Primavera del libro organizada por el Ayuntamiento de Molina de Segura. He de decir que si la presentación de Cartagena me permitió ser profeta en mi tierra , en Molina de Segura fue emocionante conquistar un lugar que ha sido hogar de adopción durante los últimos cinco años.

El acto fue dirigido por Paco López Mengual, e intevinieron varios de los escritores que están presentes en la asociación cultural La Molineta Literaria. Allí pasamos el rato hablando de literatura fantástica y realista, y de lo cómo en cualquier sitio se encuentra una historia.

Como anécdota os comento que una de las mayores sorpresas que me llevé es ver cómo cambia la vida. Hasta el punto de que hace un año, a mí me dedicaban libros, y hoy soy yo el que los dedica.




Pero además de verme rodeado de amigos y de pasar un rato estupendo, sin duda lo mejor ha sido convertirme en un personaje literario. Ser un personaje de Manuel Moyano, con todos los problemas de identidad que pueda acarrear, es algo único.


viernes, 20 de abril de 2018

Recopilación de cosas bonitas

Después de la última presentación (de la que estoy preparando una entrada para contaros cómo fue), toca hacer un poco de balance de lo que se ha dicho de este libro. Os dejo aquí unas cuantas reseñas para que le echéis un ojo y me sigáis recomendando, tal y como ha hecho Esther Magar en su web. Así encontramos modestos blogs de lectores exquisitos  o clubes de lectura virtuales.


También ha habido reseñas en prensa, como en El Semanario del Noroeste o en el diario La Opinión. Cuando terminé de escribir el libro, jamás pensé que tendría una crítica a media página en un periódico. Nunca pensé que pudiera colarme en las lecturas de fin de semana de alguien que desayuna leyendo las noticias.



Y si ya hablamos de que hasta me he colado en el papel cuché... (podéis leer la reseña aquí)


Todas estas reseñas me han dado grandes alegrías. Sin embargo, hay una que me ha hizo especial ilusión. Decía al principio que Esther Magar recomienda mi libro en su web. Su reseña para la web libros y literatura me gustó especialmente porque, además de dejarme en muy buen lugar, viene de alguien con referentes muy similares a los míos y que me dice que, al menos en parte, he conseguido alcanzar los objetivos que me propuse cuando empecé a leer el libro. La reseña la podéis leer en este enlace.

domingo, 8 de abril de 2018

Cuestión de kilómetros

Este miércoles, 11 de abril,  a las 20:00 horas, en la biblioteca Salvador García Aguilar, será la última (por ahora) presentación de El fin del mundo. Ya os comenté lo emocionante que había sido la presentación en Cartagena. Después vino una presentación en Murcia, donde pude conocer a algunos de los compañeros de la editorial y charlar un rato con el editor de mi próximo libro, además de hacerlo con algunos amigos y compañeros de trabajo.


Acosado por una lectora en la presentación de El fin del mundo en Educania.





Recuerdo de un lector que estudió en la Miskatonic University


Hace unos días, antes de las vacaciones de Semana Santa, estuve en Cehegín, presentando de nuevo el libro en la Escuela del vino. Si no la conocéis, os recomiendo que le hagáis una visita, es más, os recomiendo que visitéis el pueblo. Quizá no sea objetivo con lo que voy a decir, pero esta presentación ha sido una de las visitas más curiosas y una de las mayores satisfacciones que me ha dado este libro.

Cehegín

Llegamos al pueblo con los últimos coletazos de un invierno que, incluso en primavera, se ha resistido a abandonarnos. Como iba a participar en un acto de la semana gastronómica, lo más sensato y más si te gusta el vino, era quedarse a dormir. Así que no alojamos en una casa antigua restaurada que, por el entorno y por la decoración, parecía sacada de una de esas novelas que han inspirado El fin del mundo.  Yo que, por suerte o por desgracia, soy supersticioso y creyente en las sincronicidades, no pude hacer otra cosa que sonreír.

Luego, participamos de un acto en el que leí dos de los cuentos del libro adaptados al formato del microrrelato, y bebimos y comimos durante gran parte de la noche, primero en la escuela y luego en algunos de los locales de Cehegín, donde se come de maravilla.







Sin embargo, a pesar de haberlo pasado increíblemente bien, he de reconocer que tenía la cabeza en otro lado. Cuando terminas una historia, y más si la publicas, otra ocupa su sitio inmediatamente. Por esos días, andaba yo distraído con una nueva ficción. Desde hace unos meses, ocupo mi tiempo libre en un texto en un formato de novela que se me había atrancado. Inventar una historia es complicado, pero inventar un entorno, que no existe en el mundo, para ubicarla lo es mucho más. No sólo se necesita el paisaje, sino también su historia, la que te narra cómo se ha ido construyendo ese sitio día a día.

A la mañana siguiente, dando una vuelta por el pueblo, me di cuenta de que había encontrado las calles por las que iban a deambular esos personajes que hasta entonces vivían en un espacio vacío  y  una historia parecida a la de ese pueblo en el Museo Arqueológico que visitamos. El resto es inventado, o tal vez no. Porque muchas veces los viajes no son cuestión de kilómetros y puedes ir muy lejos, habiéndote desplazado apenas.




sábado, 10 de marzo de 2018

El Gato y el Ratón

Después de un mes de la publicación de "El fin del mundo", he podido por fin ir hablando con unos y con otros sobre lo que les ha parecido el libro. Hay opiniones para todos los gustos, pero es curioso como el libro, una vez en manos de los lectores, se ha ido a su encuentro y ha producido todo tipo de reacciones.  De ahí que haya habido revelaciones posibles (no las niego, aunque son aproximadas), revelaciones reconocidas (las que el lector ha visto que he dejado aposta) y las desconocidas (esas que ha visto el lector y que yo no tenía ni idea de haber dejado). He de reconocer que escuchar esas influencias, me ha divertido mucho. Como he dicho antes, demuestra que el texto está vivo. Pero vamos, sin hacer spoilers para que vosotros podáis jugar al mismo juego, por partes:

  • Losing my religion. La verdad es que no tenía ni idea de que ésta existiese. Analizándola, puede tener cierta referencia visual. Pero quizá la imagen se parezca más al cristo que salía en esta canción.
  • Freaks o La parada de los monstruos. Ésta es aproximada. He de decir que mi intención era acercarme al ambiente rural de Ray Bradbury, a la serie Carnivale o a los circos de fenómenos de El obsceno pájaro de la noche.


  • El Necronomicón y Abdul Alhazred. Éste ha sido un homenaje que quizá, al no hacerlo tan explícito, ha pasado desapercibido para muchas personas. Buscadlo porque lo encontraréis.
  • El boom latinoamericano. Éste es evidente. No hay mucho que decir.
  • Los cuentistas fantásticos españoles. También es evidente que están. Quizá, por vivir en el mismo pueblo, está Manuel Moyano. Pero el homenaje es a todos. A todos los que han sido y son grandes cuentistas, en mitad de una literatura realista de la que los españoles no queremos salir.
  • Stanley Kubrick. Bueno, puede ser. Aunque a mí me gusta más ésta.
  • Jumanji. Juro que no era mi intención, pero reconozco que está. 
  • Roald Dahl. Pues ésta podría encajar auque no la tenía en mente.
  • Alfanhui. Ésta es de las más claras. Su imagen fue tan poderosa cuando leí el libro, que ha perdurado en mi mente hasta hoy.
  • El gnomo de Gustavo Adolfo Béquer. Sí y no. La tradición española de los gnomos y el tesoro de los moros aparece. Pero no ha sido mi intención mostrar la influencia de Béquer. Sin embargo, he de decir que esa tradición la conocemos por el cuento del poeta.

Éstas son unas cuantas, pero imagino que veréis más conforme vayáis leyendo el libro. Conscientes e inconscientes. Yo os animo a que me las contéis. Ya os he dicho que es divertido comentarlas. Es divertido jugar al gato y al ratón, y ver cómo lo que has escrito tiene vida propia. Y más ahora que Boria Ediciones va a sacar una segunda edición.