domingo, 18 de febrero de 2018

Ser profeta en tu tierra

Hace unos días, Diana y yo paseábamos por Murcia. Con la ilusión de ver por fin El fin del mundo en una librería, entramos a ver el libro en la mesa de novedades. La librería, esa tarde, organizaba una presentación/recital de un libro de poesía. La autora, una chica de unos veintipocos años, contemplaba, intentando disimular su decepción, una docena de sillas vacías que la librería había puesto para la presentación. El librero le preguntó por lo que quería hacer y ella se encongió de hombros. Sólo había una amiga suya. Nadie más.

Camino de Cartagena, para la primera presentación del libro, me vino a la cabeza la cara de esta chica. Es el miedo escénico a la noche del estreno, supongo. Sin embargo, en mi caso fue diferente. Poco a poco, durante los minutos previos a la presentación, fueron apareciendo familiares, amigos y compañeros de trabajo. Muchos decían eso de "Hemos venido a acompañarte". Pero la compañía es una palabra que se queda corta para explicar lo que te da la gente en este tipo de eventos.



Arrojas algo al mundo, una parte de ti, de tu imaginario íntimo, y de pronto te encuentras que alguien lo ha recogido. La gratitud es infinita, y más cuando al día siguiente muchos te dicen que han empezado a leer el libro y comentan detalles que han visto aquí y allá con un aire de sorpresa.


Difícilmente podré devolver todo lo que me dieron esa tarde. Difícilmente podré agradecer todo lo recibido en el momento en el que se cumple una de tus viejas ilusiones.Será muy difícil agradecer que te han dejado ser profeta en tu tierra. 

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